16 febrero 2006

¡ESPÉRAME!


¡Espérame Dama! Blanca! Quiero mirar en el espejo que refleja luz cernida, como se aleja mi existencia arrastrada por las amenazas de este largo vivir.

La vida hechizó mis más resplandecientes ilusiones con opacas mentiras envueltas en aromas de fantasía; me embriagó con sus melodías, me confié en sus brazos, y no hallé la verdad; hollé senderos amistosos entre sombras envidiosas que me asustaron, y me quedé sin amigos.

Los barros de la realidad atraparon penas sin piedad; licores de esperanza, nublaron mi vida soñada entre sarmientos de estigmas amargos.

¡Espera Dama Blanca! Mañana quisiera, disfrazado de noche, descender al valle, y quedarme junto a los abedules; el río abrirá sus ojos, y con su silencio de serpiente, me recogerá entre cañaverales, y buscaremos senderos nuevos para sentir el resplandor del sol lejos de las sombras que vagan al atardecer; llegaremos donde duermen las estrellas del viento, los cantos de espuma marina y el fuego que allí brota al atardecer, quisiera verlo por última vez.

¡Espera un momento Bella Dama Blanca! Ya percibo que pasa para siempre mi tiempo. Te acompañaré a los pinos que duermen entre las nubes; esperaré ese invierno tuyo, que nunca abandonas. A tu lado espero ver como crecen los árboles y las fuentes, donde nacen los ríos que llevan al Paraíso, lejos de la vejez y de Ti; y recordar a los que eternamente hubiera olvidado y las caricias sagradas de aquellos amores que anidaron en la bóveda de la Verdad y de la Ternura, y que me resultó invisible e imposible descubrir en esta vida. Espero conocer el Secreto que guía los Destinos de los hombres. Y si no es así, ¿por qué vienes?
¡Oh! bella Dama de Blanco, no sonrías, me das escalofríos. ¡Está bien! Te acompaño.

ATHO


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