15 enero 2013

LA CARTA QUE NADIE LEERÁ

 

 

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Empieza a lucir el sol. Las nubes siguen grises, a sus espaldas, saltan chispas de luz que rompen en mil retales los colores del horizonte. Irisaciones como gotas de lluvia caen en el rio, siempre relucientes al amanecer.

Mi pensamiento, encima del viento, cerca de las estrellas, revolotea libre. Bajo los soportales del monasterio, contemplo el valle jubiloso que se despierta alegre y soñador. Mi realidad, está cautiva de su belleza.

Trataré de acercarme a las encinas de mi pueblo, para escuchar, a través de sus hojas, como conseguir unas historias de alas vigorosas e infatigables, que vuelen sobre la ciudad de los sueños que nunca se realizaron.

Aquel amor de incognito era atractivo como un sueño. Las puertas de su mirada daban paso a un horizonte de esperanza, dispersando las tinieblas que envolvían la propuesta de juegos eróticos para aquel fin de semana.

Ambos hicieron el amor para confirmar su soledad. No supieron transformarlo en sus propios sueños. No se les encendió la antorcha de abedul que les aportara felicidad.

-Acércate y cuéntame. Pon fin a tus pensamientos crueles. ¿Qué significan estos amargos gemidos? ¿Engaños? –dijo él.

Ella, no pudo aguantar más, su amor era completamente estéril, se separó y, comenzó a vivir igual que la hiedra que da fruto y flores cuando está libre. Quebrantó su promesa y desapareció para siempre.

Él, quedó cubierto de eterna tristeza. Un recuerdo imborrable, silencioso de sus caricias; de besos dulces como el azufaifo; del sonido de su voz, que evocaba el producido por las corolas de papiro al caer mecidas por el suave céfiro, y el aroma de su cuerpo, todo le estalla en su alma.

Mas, quiso curiosear el misterio de aquella mujer, y dejó escapar todo lo bueno y malo que tenía, hasta la esperanza.

La carta que nadie leerá se ha quedado estremecida sobre la superficie del lago, sus palabras escritas, como lágrimas negras, desaparecen dulces jugando con el fulgor de sus aguas.

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